Estuvimos hace unos días en el cine viendo (y escuchando) Los Miserables, the film, donde actúan Hugh Jackman, Russell Crowe y Anne Hathaway. La primera escena, donde aparecen unos penados tirando de unas maromas para atracar un barco, bajo un diluvio, mientras cantan, es espléndida. Otra escena que me encantó fue la de Anne, pelada al cero y bastante jodida (en sus dos acepciones), cantando sus penas a una luna presentida. Otra de mis acciones preferidas es la canción de la taberna; divertida y muy pegadiza. Señalo estas escenas por elegir algunas, pues de la película me gustó casi todo; ¡me conquistó!
Acudí al cine con enorme reparo: ¡era un musical!, además ¡protagonizado por Lobezno y una chica pelona! No llegué a llorar, mi mujer sí, lógicamente, junto con otras mujeres reunidas en ese patio de butacas. Quizá debería haberme animado, con el llanto, pero las convenciones me pesaron en demasía y había olvidado el pañuelo en el otro pantalón (uso pañuelo de fino hilo de algodón, siempre útil para socorrer a una dama o limpiarse las gafas; mocos no suelo tener).
Me sorprendió el final, que voy a contar sin temor a fastidiar la película, pues todos nos hemos leído la novela. El protagonista –Jean Valjean (Lobezno)-, ha aprovechado la oportunidad, que le ofreció años atrás un clérigo al que robaba, de llevar una vida distinta, mejor a la de ladrón y mendigo, (En realidad, esa existencia de hombre horrado es la que le corresponde, pues él es un hombre justo condenado inicuamente, por lo que a fin de cuentas recupera, por mediación del sacerdote, lo que le pertenece). En la escena del tránsito de la muerte a la salvación del alma se ve al protagonista, una vez fallecido, incorporarse de una butaca, todavía con muy mala cara, andar hacia el fondo de un pasillo donde se encuentra el espíritu del cura en actitud medio beatífica, este con mejor aspecto, pero tampoco resplandeciente, esperándole con una mano tendida para conducirle junto a Dios. ¿Cuándo se le quitará la cara de pedo a Jean Valjean? No se aclara, pero es fácil de suponer que antes de ver a Dios se arreglaría una pizca. Una moraleja de las más evidentes que he visto o leído en mucho tiempo. Durante esa escena final los ríos de lágrimas me lustraron los zapatos.
Recomiendo al película, sobre todo a los que les guste el flamenco o el hip hop. Incontrovertible.
P.D.: Sobre el corte de pelo de las mujeres escribiré algún día más de cinco líneas.