Ha muerto Salustiano Sánchez Blázquez, el hombre más longevo del mundo, en un asilo del estado de N.Y., a los 112 años y 99 días. Salustiano nació en 1901 en Salamanca (España), sí bien emigró a los 17 años, primero a Cuba y después a EEUU. Salustiano comentó en julo pasado, cuando tuvo el reconocimiento por parte del Guinness World Records, que su longevidad se debía al plátano que se comía a diario y a los analgésicos que tomaba para calmar los dolores que padecía. Él era miembro del Club Español de las Cataratas del Niágara. Tras su fallecimiento es Arturo Licata, natural de Italia, el hombre más longevo del mundo, con 111 años, según atestigua el Grupo de Investigación Gerontológica.
La noticia de este fallecimiento me ha dejado impresionado y meditabundo. Y es que, pese a la aparente soledad vital de un hombre tan longevo, este, si se analiza profundamente, nos deja con su muerte muchas cuestiones abiertas. Me explico:
Que exista un Club español de las Cataratas del Niágara me ha emocionado profundamente. He presentado mi solicitud para ocupar el sillón G minúscula que ha dejado vacante Salustiano.
Que exista un empleado del GWR que deba actualizar, con cada fallecimiento de un record man, la reseña en el libro de los records me parece inhumano por la carga de trabajo. He presentado mi curriculum a GWR como ayudante de ese abnegado empleado.
Que exista un Grupo de Investigación Gerontológica me produce bastante tranquilidad, pues me produce seguridad sobre los record man propuestos. He solicitado la presidencia del Grupo, por si cuela.
Que Salustiano haya mantenido el record solamente durante dos meses, que no me parece demasiado, tras 112 años preparándose, y aguantando, a base de plátanos no deja de ser una putada. Por eso he propuesto a GWR que me adjudiquen ahora, en este mismo día, a mí el record de longevidad, para poder disfrutarlo bien, que yo les prometo no morirme hasta los 113 años y 235 días. Incontrovertible.