“La inutilidad es hermosa”. Esta afirmación enlaza con aquella de Adolfo Domínguez que en los años ochenta (del pasado siglo) afirmaba que “la arruga es bella”. Esta frase tuvo mucho éxito imponiéndose en el acervo común. Nada más oportuno que citarla cuando la camisa o el traje aparecían muy arrugados y no se tenía ninguna gana de plancharlos.
La inutilidad absoluta es difícil de obtener. Lo frecuente es que siempre alguna persona sabidilla encuentre un pequeño resquicio por los que meter su diminuto dedo explorador encontrando algún uso.
Hace años también se presentaron en sociedad los objetos imposibles de Jacques Carelman (cafetera para masoquistas, el martillo curvo, etc.) que en una primera reflexión apostaríamos por su inutilidad, pero que,
desgraciadamente, se ha confirmado lo contrario, pues se han convertido en una variedad de objetos para regalo muy lucrativa (tienen una página web).
Y es que la inutilidad pura es complicadísima de alcanzar. !Qué me lo digan a mí que la persigo desde hace decenas de años! Incontrovertible.