Deberíamos poder cambiar de nombre a voluntad. Esta afirmación tan categórica no la realizo solamente por hacer un favor a esas personas de nombres “peculiares”, a cuyos padres deberían colocarles en la cabeza una clavija para controlarles la mala leche, sino que pretende mucho más.
El rumor que yo manejaba sobre esta cuestión hablaba de que al cumplir los dieciocho años se podía cambiar el nombre a voluntad, pero esto es falso. Del estudio legal del asunto he comprobado que las causas para un posible cambio de nombre son escasas. Así, no aparece por ningún lado cumplir los dieciocho años, ni dejar atrás la afrenta de unos padres cabrones, ni el deseo de la mejora ornamental, ni siquiera el afán de adecuar la personalidad con el nombre (salvo por cambio de sexo). Y esto último, la adecuación entre el nombre y la personalidad, es lo que me preocupa.
Un reciente estudio del Departamento del comportamiento de la Universidad de Oklahoma ha desvelado que al 37% de los sujetos estudiados el nombre propio o el apodo familiar le determina de manera significativa su personalidad. Esta es una información inquietante, de difícil aceptación a priori. Particularmente soy bastante restrictivo respecto a estos estudios, pues pocas cosas peores que tener dinero y estar ocioso para afirmar chorradas gigantescas recubiertas de fiabilidad científica. Este fue mi primer pensamiento al leer el artículo, pero tras cuatro noches de espantosas pesadillas sobre caras sin rostros, lápidas sin nombre y recuerdos de los amigos de la infancia tuve que aceptar que las conclusiones del estudio eran correctas.
Por eso me parece afrentoso que si una parte de la población vive con un nombre adecuado a su personalidad, a su yo más íntimo y único, los demás no debamos fastidiar, sobre todo por la cantidad de problemas de inestabilidad que eso acarrea. Para solucionarlo bastaría con un sencillo trámite que te permitiese cambiar el nombre, aunque esta medida quitase bastante trabajo a los psicólogos.
Por favor, a partir de ahora, llámame Nicolás. Incontrovertible.