Razones para vivir
Hilario Cantero Ruano estuvo esperando algo de la vida hasta su último minuto. Fue entonces, en ese momento concreto, cuando comprendió, irrefutablemente, que ese anhelo indeterminado que había sentido en su pecho toda su vida no se cumpliría, bien porque él se hubiese equivocado al elegir en alguna de las decisiones importantes de su vida -encrucijadas las llamaba Hilario- o bien porque la existencia resultase, a la postre, una puta mierda, tal y como él venía coscándose desde hacía tiempo.
Sobre la primera opción, las bifurcación de los caminos, a Hilario Cantero le resultaba imposible de todo punto dilucidar lo correcto de las elecciones tomadas, bien porque él carecía de imaginación -por tanto de la capacidad de vivir más allá de lo existente- o bien porque al elegir un camino, abandonando el otro, se gastaba para siempre la posibilidad de haber acertado -o fallado-.
De la segunda opción, que la vida era una puta mierda, Hilario no albergó dudas a partir del mes de abril de su último año, cuando le diagnosticaron el cáncer de estómago, por más que en esa época el anhelo palpitara en su pecho con especial intensidad.
Y es que a la postre su mujer, Tomasa, posiblemente tuviese razón cuando le recriminaba: “te digo yo que tus anhelos son gases extraviados en el colon transversal y lo que debes hacer es expelerlos para que no te coman las tripas”.