El apretón nos iguala a todos los seres humanos, y no me refiero al atasco de tráfico, que también podría servir como ejemplo, sino al que se manifiesta cuando estamos sentados en el wáter. Y es que todas las personas debemos cumplir impepinablemente con ese requerimiento de nuestra naturaleza. Todos tenemos nuestro momento privativo, bien con la frecuencia diaria que aconsejan los gastroenterólogos, bien con la irregularidad caprichosa que aqueja a la mayoría, tanto por exceso, esto es, de pascuas a ramos, como por defecto, es decir, por el aguijonazo desbocado causado por las arritmias intestinales.
Así pues, tanto seas un emergente político con coleta y boca necesitada de jabón o su alter ego, a saber, el político con aspecto de propietario de una funeraria, que se satisfacen en los baños vips del Congreso de los Diputados, como seas el hombre más humilde que debe evacuar cuando le llega el momento en la trasera de su chabola, en esos !aprieta fuerte que no sale!, !por Dios, qué esto acabe pronto!, !uy, uy, uy!, !ay, ay, ay!, todos quedamos igualados.