Leí hace tiempo en National Geografic un interesante reportaje sobre los campeonatos del mundo de memoria. ¿Qué método aplican los campeones de memoria para poder recordar, por ejemplo, el orden exacto de 1.528 números aleatorios en una hora o el orden de las cartas de dos barajas tiradas simultáneamente? Los “profesionales de la memoria” indican que lo primero es convertir en imágenes, de manera consciente, la información que van memorizar. El segundo paso es ubicar esas imágenes en “recorridos espaciales familiares”, los denominados palacios de la memoria, un sistema para ordenar esas imágenes en la mente. Un palacio es un lugar que uno conoce bien y que puede visualizar fácilmente, y a continuación poblar ese lugar con las imágenes que representan lo que se quiera recordar. Por ejemplo, Scott Hagwood –cuatro veces campeón del mundo de memoria- utiliza casas lujosas de la revista Architectural Digest para guardar sus recuerdos. El doctor Yip Swee Chooi, campeón de memoria de Malasia, utilizó partes de su cuerpo como lugares que le sirvieran de ayuda a la hora de memorizar las 56.000 palabras de las 1.774 páginas del diccionario Oxford chino-inglés.
Por mi parte, nunca me ha preocupado, hasta ahora, cómo memorizaba (salvo los artículos del Código Civil), pero parece que no he sido demasiado diligente.
Pero, ¿qué determina el olvido?, ¿cuáles son las principales razones por las que nos olvidamos de la información? Una de las más conocidas investigadoras de la memoria de hoy en día, Elizabeth Loftus, ha identificado las razones principales por las que la gente olvida:
En primer lugar, tenemos un cerebro con más huellas que el Camino de Santiago, es decir, repletito de recuerdos guardados. Cada recuerdo ha dejado su impronta en nuestro cerebro, una huella. A veces, la pérdida de información tiene que ver con el hecho de una inadecuada codificación y almacenamiento en la memoria a largo plazo. Por tanto, supuesta la existencia de la huella de memoria, es el proceso de recuperación de la información -tenemos dificultades para acceder a esa huella- el que, además de una codificación ineficaz, dará lugar a mayor pérdida y distorsión de información.
Otra razón importante para el olvido es que los recuerdos compiten e interfieren entre ellos, por ejemplo, cuando la información es similar (un examen en la universidad).
En tercer lugar está que a veces trabajamos activamente para olvidar algunos recuerdos, especialmente las experiencias traumáticas o inquietantes. Yo me pregunto ahora: ¿cómo se puede conocer que un recuerdo está reprimido si precisamente está oculto? Parece una sinrazón.
Eduart Punset en uno de sus programas, aporta otra circunstancia para el olvido: lo que nos sucede es que borramos los recuerdos insulsos que compiten por sobrevivir, frente a aquellos recuerdos asociados a un objetivo relevante asentados en la memoria a largo plazo. Borrar recuerdos del día a día confiere mayor capacidad para preservar los importantes
Tras todas estas lecturas e indagaciones me encuentro todavía más frustrado. Ahora me planteo que quizás lo que me ocurre no es tanto que tenga una memoria pésima, como que no debo haber disfrutado, a lo largo de mi vida, de acontecimientos significados y notables que merezcan tener presente. ¿Qué es más frustrante, haber vivido sin intensidad o no recordarlo? ¿Me ocurrió algo maravilloso o es que no lo recuerdo?
Oblivio, ergo sum (olvido, por lo tanto existo). ¿Qué pensaría René Descartes de esto?