Verdades que duelen
Felisuco, el primo de Hilario Cantero Ruano, conoció a una chica, Amparito, -no importa el cuándo ni el dónde-. Tras algunas citas gustosas, en el sentido de la promesa duradera, ella, en la cuarta ocasión en que se vieron, se atrevió a preguntarle por una cuestión que realmente la interesaba:
-Felisuco, querido, ¿cuándo estás en casa, ya sabes, en tu vida privada, qué te gusta hacer?
A lo que él, en un rapto de sinceridad inhabitual, le respondió: